Estoy en San Ángel, uno de los barrios reputadamente más hermosos de la ciudad, y sí hay bonitas casas, bonitos edificios, es muy arbolado, pero que es un barrio, curiosamente, que no me gusta. Alguna vez mi mujer me decía –soñando porque tampoco nos hubiera alcanzado– “¿por qué no intentamos vivir en San Ángel?”, y yo le respondí que pues la verdad no se me antojaba mucho vivir en San Ángel porque me parecía un barrio como para mis papás…”.
Por Nicolás Alvarado